miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un artículo interesante de un filósofo uruguayo


Aproximación crítica a la condición humana en la lucha por el socialismo del siglo XXI
Prof. Dr. Sirio López Velasco (FURG, Brasil lopesirio@hotmail.com)

INTRODUCCIÓN

En estas notas asumimos como punto de apoyo las tres normas fundamentales que dedujimos de la pregunta que instaura la ética ( a saber, “¿Qué debo hacer?”); como se sabe, la primera nos exige luchar para garantizar la libertad individual de decisión, la segunda nos exige que intentemos realizar consensualmente esa libertad (recurriendo al repetido voto de las mayorías como solución provisoria-mínima), y la tercera nos exige que preservemos-regeneremos la salud de la naturaleza humana y no humana (López Velasco 2009a)..
En segundo lugar sostenemos que el socialismo del siglo XXI es un concepto y una realidad en construcción, en especial a partir de la praxis verificada en Venezuela, Bolivia y Ecuador; algunas de las características que deben marcar ese concepto y su práctica son a nuestro entender los siguientes: a) reelaboraciones constitucionales a partir de sucesivas Asambleas Constituyentes y referendos, b) democracia participativa y protagónica, desde el nivel local (como sucede en los Consejos Comunales venezolanos, ver López Velasco 2009b) hasta el nivel nacional y aún internacional (por ejemplo a través del ALBA y UNASUR, o del referendo continental propuesto por Evo Morales a propósito de la presencia permanente de tropas extranjeras en territorio latinoamericano), c) democracia pluri-nacional, intercultural e interétnica (como la que definen las nuevas Constituciones de Bolivia y Ecuador), d) propuesta socioambiental que reúna indisociablemente las cuestiones individuales-sociales (que apuntan a la emergencia de individuos universales) con la visión-vivencia ecológica (como lo exige la tercera norma ética fundamental); e) plena libertad de expresión, con democratización de todos los medios de comunicación, en especial a través de la multiplicación de los medios comunitarios y asociativos (teniendo como un mínimo el proyecto argentino de reservar un tercio de las concesiones de radio y TV para el sector privado, un tercio para el sector público, y un tercio para los medios asociativos y comunitarios), f) práctica de la educación ambiental problematizadora-ecomunitarista tanto en la educación formal como en la no formal, g) rotatividad y revocabilidad de los cargos electivos (para permitir que muchos tengan acceso a esa experiencia y que nadie se eternice en esas responsabilidades, porque ello usualmente va unido a fenómenos de congelamiento de ideas, corrupción, nepotismo, obsecuencia y autoritarismo), h) socialización progresiva de los grandes medios de producción, con gobierno de sus trabajadores sobre ellos  (pasando progresivamente a manos de los productores la propiedad indirecta-estatal sobre esos medios), i) educación y praxis de una erótica de la liberación, que combata el machismo y  ponga en igualdad (salvo los derechos femeninos específicos, como los vinculados al embarazo) a hombres y mujeres, promueva el placer sexual compartido, combata y supere la homofobia y la represión contra la masturbación, j) promueva la integración de los pueblos de A. Latina y del mundo (caminando hacia una nueva ONU liberada de su actual asimetría derivada del poder de veto y la imposición militar de las grandes potencias); (ver López Velasco 2009a y 2009b).
Ahora bien, a partir de lo observado en los tres países arriba mencionados, y en especial en la Venezuela bolivariana, creemos interesante registrar algunos comportamientos en situación de transición hacia el socialismo del siglo XXI (siguiendo la huella de Fromm cuando investigó las personalidades de los seres humanos en el capitalismo, en especial en la fase nazi del mismo).

EL COMPORTAMIENTO OPOSITOR

Aquí hay que distinguir al opositor “interesado” (o sea el poderoso que teme por la manutención de sus privilegios económicos, políticos, culturales y militares), y el opositor de las clases media y popular.
El primero siente que su mundo se acaba ante la irrupción protagónica del pueblo y reacciona con furia ante ese destino. Su odio es tan patente que es capaz de festejar ante la sangre derramada, como los miembros de la aristocracia chilena que tomaban champaña en un hotel cercano a La Moneda mientras veían cómo el ejército golpista bombardeaba, incluso con aviones, aquél palacio presidencial defendido por Allende. Habiéndose proclamado “demócratas” mientras la supuesta democracia representativa decidía a favor de su interés, y los cuerpos armados del Estado garantizaban su supremacía mediante la represión (incluso con tortura y muerte) a los luchadores populares, aplauden con aullidos histéricos la caída de cada uno de los bastiones de la democracia representativa que no controlan (como lo hizo el selecto público invitado a la toma de posesión del golpista Carmona en 2002, cuando su portavoz anunciaba sucesivamente la disolución de la Asamblea Nacional, la cesación de los parlamentarios, gobernadores y alcaldes, y la de los jueces, etc.). Particular furia e incomprensión les causa el hecho de que los cuerpos armados no respondan ya a sus caprichos, y no repriman al pueblo movilizado;  entonces dicen que esos cuerpos se han politizado, son parciales, responden a los cubanos (y no ya a sus queridos EEUU). Esos privilegiados se ciegan tanto en su odio que inventan y se creen inventos de sus medios de comunicación, como la historia de que el Estado retiraría la patria potestad a los padres para robarle sus hijos (como se mintió con la Operación Peter Pan al principio de la revolución cubana, que hizo que miles de niños de clase media cubana fueron enviados a los EEUU lejos de sus familias, en operación que intentó repetirse en Venezuela a mediados de 2009 cuando la Asamblea Nacional se aprestaba a aprobar la nueva Ley Orgánica de Educación) . Esos poderosos le tienen  pánico a la libertad popular y se niegan a confirmar su conducta a la segunda y tercera normas de la ética; la salud del pueblo no les interesa (por eso promueven la persecución contra los 30 mil médicos cubanos que en Venezuela colaboraron con la implementación del ejemplar sistema gratuito de salud para todos “Barrio Adentro”), y sabemos que son poco sensibles a las luchas por la preservación-regeneración de la naturaleza no humana, porque, a través de sus empresas obsesionadas por la ganancia, se dedican a destruirla o contaminarla alegremente.
Si son insensibles al bienestar de sus connacionales, es evidente que menos aún apoyan la solidaridad internacional; así, cuando el Presidente Chávez establece diversos convenios de ayuda internacional (como con Bolivia para planes sociales de ayuda a los más necesitados, como a través del ALBA y  Petrocaribe para facilitar la compra del petróleo venezolano por países que no tienen combustible fósil suficiente en su suelo, ni riquezas para adquirirlo), los privilegiados hacen campañas denunciando que “se está regalando lo que es nuestro”; y en el caso venezolano dicen una media verdad, pues PDVSA era un coto privado de la oligarquía venezolana, hasta que a revolución bolivariana la puso al servicio del país y comenzó a usar parte de sus dividendos para satisfacer carencias populares de alimentación y vivienda, entre otras.
Ahora bien, además de los privilegiados, hay un buen porcentaje de opositores que provienen de las clases medias y populares. Es evidente que una parte de esa oposición debe atribuirse a las sistemáticas campañas de desinformación y miedo que los privilegiados lanzan a través de sus medios de comunicación (por ejemplo, la ya mencionada operación Peter Pan, o la noticia de que el Estado confiscaría pequeños comercios e incluso casas de familia, o que en la nueva Ley de Educación se expulsaría a Dios de la escuela, etc.); pero además, creo que hay que ponderar otros factores. La clase media compra el mito (corroborado por el destino de unos pocos en detrimento de la enorme mayoría) de la “subida hacia el grupo selecto de los ricos y famosos”, que los privilegiados venden como un destino al alcance de todos,  supuestamente posible a cambio de “mucho trabajo” (y por supuesto que omitiendo la prostitución, la corrupción, el robo, la trampa, el tráfico de influencias, y otros “detalles”). Y cuando la propuesta del socialismo del siglo XXI plantea la frugalidad ecológica y la democracia directa anclada en el poder popular, esos estratos, al ver   deshecha la posibilidad (ilusoria) de realización de aquél mito, se oponen a la revolución. Dentro de ese estrato un caso especial es el de una buena parte de los docentes universitarios en Venezuela; allí pude constatar personalmente un sentimiento elitista que emanaría de su supuesta superioridad ante el resto de la sociedad, dado su bagaje intelectual; al mismo tiempo creí ver un resentimiento por el hecho de que la Presidencia fuera ocupada por un ex-coronel, y no por uno “de los suyos” (un profesional liberal);de ahí su afán de entender y acceder al mecanismo que crearía un nuevo liderazgo (fui invitado a discursar sobre ese tema en un seminario promovido por la dirección mayoritariamente opositora de una gremial de docentes universitarios de Venezuela); por último, vi cómo se oponían a la masificación de la educación universitaria, pretextando la defensa de su calidad. Sintiéndose agredidos por la invasión del pueblo a su espacio, esa parte de los docentes opta por la oposición, soñando con la vuelta de la IV República (la misma que invadía Universidades y asesinaba a estudiantes y docentes guerrilleros o simplemente de izquierda), la cual traería la restauración de su dignidad herida. La parte de razón que asiste a algunos miembros de ese grupo es la referente a ciertas prácticas demagógicas, autoritarias o simplistas por parte de los revolucionarios  (por ejemplo y respectivamente, cuando no aclaran que el voto paritario en la administración universitaria no iguala el voto individual del alumno y el docente, o cuando el tono de los debates en el recinto universitario es impositivo y no el de intercambio de argumentos, o cuando el contenido de los mismos no está al nivel que sería de esperar en los recintos universitarios).
Los sectores populares que se oponen activamente a la revolución acompañan las motivaciones de las clases medias y son más víctimas que ellas (por su relativa menor instrucción, en media) de las campañas mediáticas de la derecha, que los llevan a esa posición y tratan de inmovilizarlos en ella.


EL COMPORTAMIENTO OMISO

Tal es el comportamiento de sectores predominantemente populares, aunque involucra a miembros de la clase media y aún de la alta. Son aquellos que, según el relato de Reed, frecuentaban los bares cuando se asaltaba el Palacio de Invierno; son el 33% que en febrero de 2009, tras 10 años de gobierno de Chávez, se abstuvieron en el referendo constitucional que habilitaría al Presidente a presentar su candidatura tantas veces como lo quisiera para intentar permanecer en su cargo. Buceando en las causas de ese comportamiento podemos encontrar el dicho de los negros brasileños que ante un problema que creen que no los atañe, se refieren irónicamente a los contendores diciendo “ellos que son blancos, que se entiendan”; en este caso la omisión derivaría de una suerte de abdicación de todo rol ciudadano, que habría sido introyectada a partir de la marginación ocurrida a lo largo de la Historia. Por otro lado podríamos ver en esa omisión el resultado de una sabiduría popular que vería que, más allá de todo momento histórico y pugna política, la felicidad consiste en gozar la vida, rodeado por pocos entes queridos. Esta posición puede ser combatida haciendo notar que el socialismo del siglo XXI se hace para dar, como quería Bolivar, la mayor suma de felicidad para el mayor número posible, por lo que la empresa colectiva no debería eliminar esta felicidad individual-grupal, sino facilitarla y apoyarla; ahora bien, no es menos cierto, que el enceguecimiento político a veces incompatibiliza ambas esferas, incluso en la vida de revolucionarios que, queriendo serlo, se olvidan de ser felices y hacen infelices a sus familiares y allegados. Como dije una vez, en la lucha por el socialismo del siglo XXI, hemos de plantearnos las grandes cuestiones de la vida y la muerte, incluyendo el nirvana.  

EL COMPORTAMIENTO SEUDORREVOLUCIONARIO OBSECUENTE

El obsecuente es la persona (a veces de abnegación heroica) incapaz de pensar por sí misma a partir del análisis de los principios que animan a la revolución  y del análisis concreto de las situaciones concretas (mutantes históricamente, por definición). Su acción está pautada por un anticipado y perpetuo acuerdo con las palabras y acciones de los jefes, en especial con las del “líder máximo”. En esa postura a veces llega al extremo de “ser más papista que el Papa”, o sea, exagerar en la dosis al intentar adivinar la voluntad secreta de un jefe, haciendo o proponiendo cosas que el propio jefe condena. La conducta de  los obsecuentes y la del jefe que se deja adular por ellos tiene consecuencias nefastas para cualquier revolución, porque el rol conductor de los principios, del estudio y la reflexión sobre la realidad, pasa a ser sustituido por la visión (necesariamente parcial y pasible de error, porque humana) del jefe; también porque se pierde la riqueza de la pluralidad de cabezas pensantes en provecho de una sola visión, la del jefe; y, no menos importante, porque la conducta obsecuente es necesariamente cobarde y omisa, callándose e incluso autoengañándose, por sumisión (o temor) ante el jefe, frente a los errores que desvían a la revolución de sus fines,. Estas desviaciones se agudizan cuando el obsecuente encubre un oportunista-trepador, que ve en la obsecuencia el camino para subir en la jerarquía de los cargos y gozar de los privilegios que los acompañan. Especial daño causa a la revolución el obsecuente que ejerce en el magisterio y/o en los medios de comunicación, pues su deficiencia se transmite a los demás a través del encubrimiento de los errores del jefe y las carencias de la realidad; al cabo del tiempo, una es la seudo-realidad pintada por este personaje, y otra muy distinta, es la efectiva realidad de los tiempos, que viven el común de los mortales; ahora bien, como es la adhesión del común de los mortales la única base de apoyo real que tiene toda revolución que se quiere tal, sucede que cuando esos mortales, hastiados de tanta mentira, dejan de sostener al proceso revolucionario, acontece un colapso generalizado y el mismo se derrumba como un edificio socavado en sus cimientos (véase lo ocurrido en la URSS).


EL ESPERADO  COMPORTAMIENTO REVOLUCIONARIO

El revolucionario se juega la vida día a día con sus hermanos, y al mismo tiempo mantiene un resquicio de exterioridad ante los hechos para analizar crítica y autocráticamente el derrotero que sigue la revolución y cada uno de sus protagonistas (incluyendo a los de la más alta jerarquía). Su principio de acción reza “soy amigo de mis amigos y del jefe, pero más amigo de la verdad”.  Para practicarlo, el revolucionario no persigue privilegios ni se apega a los cargos que eventualmente le hayan sido confiados; y se mantiene en actitud de permanente estudio de todas las fuentes teóricas a las que pueda acceder, sin despegarse un solo día del análisis concreto de la realidad concreta. Al mismo tiempo, exige que en la educación formal y en los medios de comunicación la versión se ajuste a los hechos como un guante a la mano, y denuncia cualquier falsificación de los acontecimientos, aunque la misma sea explícita o implícitamente defendida como “un bien para la revolución”; porque sabe que esos supuestos “bienes”, al acumularse, llevan a la revolución nada más ni nada menos que a la tumba. El revolucionario no se aparta de su familia y de sus ex-vecinos, colegas y ex–colegas cuando se le confía una responsabilidad, y mantiene los oídos y ojos bien abiertos para captar lo que ocurre en la vida de ellos, pues es allí y no en los discursos, donde se muestra la verdadera cara de la revolución. Confrontado a los errores y carencias de la revolución, no se oculta tras justificativas infinitas (a veces muy manidas) sino que busca incesantemente con sus conciudadanos soluciones efectivas para las mismas. En las situaciones límite el revolucionario prefiere incluso la muerte antes que la obsecuencia o la omisión.

YO EN TODO ESTO

Por mi parte soy un poco de cada tipo humano citado; privilegiado con miedo al cambio; omiso; casi nunca obsecuente; y me esfuerzo por parecerme a un revolucionario.


BIBLIOGRAFÍA

López Velasco, Sirio. Ética ecomunitarista, Ed. UASLP, S. Luis Potosí, México,
   2009a.
_________  Ecomunitarismo, socialismo del siglo XXI e interculturalidad, Ed. FURG,
   Rio Grande,  Brasil, 2009b, y Ed. El Perro y la rana:MPP para la Cultura, S. J. de los
   Morros, Venezuela, 2008.

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