lunes, 7 de septiembre de 2009

Zubiri (2)

  1. Zubiri, sus puntos de partida filosóficos: Husserl
 
“No entiendo por punto de partida el primer momento del pensamiento de Husserl; ese sería un asunto biográfico. Quiero hablar aquí del punto de partida lógico: cuáles son las ideas en las que es preciso colocarse para comprender el movimiento filosófico de Husserl hacia el objetivismo”.
Zubiri, en su tesis de licenciatura, Primeros escritos, p. 12.
Siendo congruentes con esta perspectiva, podemos decir que uno de los puntos de partida filosóficos es Husserl, autor al cual dedicó su trabajo de licenciatura (“El problema de la objetividad en Edmund Husserl. I. La lógica pura”), que preludió el tema de su tesis doctoral (“Ensayo de una teoría fenomenológica del juicio”, de 1921). El segundo es la ontología de Martin Heidegger, de la cual se vale para superar los vacíos que advierte en las ideas de Husserl, pero de la cual también resulta distanciándose críticamente en la formulación de su teoría de la inteligencia.
El pensamiento zubiriano es deudor de la fenomenología. En varios sentidos. Primero, por lo que implica de crítica a la tradición filosófica europea. Recordemos que para Husserl, es necesario reflexionar en aras de superar la crisis cultural europea, que proviene del reinado del positivismo y se expresa en las sociedades automatizadas y deshumanizadas de Europa y Estados Unidos. La “armazón espiritual europea”, valga decir: el proyecto intelectual que se inicia con los griegos, ha sido reducido a lo que los frankfurtianos llamarían “racionalidad instrumental”. La fenomenología surge como respuesta a la pérdida de sentido de la cultura europea. Pérdida de sentido y pérdida, por tanto, de la esencia.  El filósofo vasco comparte este diagnóstico. Considera que el pensamiento occidental ha incurrido en un extravío, que si bien para Husserl es el alejamiento de la esencia (su llamado a ir “a las cosas mismas” implica una vuelta al mundo de la vida pero instalados en el horizonte de la esencia, perdida por la mecanización de dicho mundo), para Zubiri será —así lo formulará en sus escritos de madurez— la pérdida de la realidad. En todo esto, hay un sustrato “idealista” en el pensamiento occidental. Idealismo que ha suplantado la realidad por sus representaciones conceptuales, y que se expresa en distintas maneras.
Para Zubiri, la fenomenología aporta varias cosas en la dirección de la búsqueda de la realidad:
a)      Una visión no sustantivada de la conciencia
b)      Los actos de conciencia como correlatos del mundo
c)      El mundo entendido como algo que está a priori de cualquier acto de conciencia
d)      El concepto de “copresencia”
a)      La visión no sustantivada de la conciencia significa dejar de entender la conciencia como algo que se basta a sí mismo y que es independiente del mundo. La conciencia no existe en el aire: es “conciencia-de”, conciencia intencional, conciencia que se dirige a algo. Esto es importante en la teoría de la inteligencia zubiriana. La inteligencia no es algo separado del mundo. Está inserto en la realidad, en enfrentamiento con ésta. Inteligencia y realidad son inseparables de Zubiri, así como conciencia y mundo son inseperables en Husserl.
b)      Los actos de conciencia como correlatos del mundo. El idealismo ha planteado que el conocimiento es una relación de un sujeto activo e independiente del mundo. El positivismo ha planteado la posibilidad de una “actitud neutral”, sin prejuicios para conocer “objetivamente” a ese mundo. El acto de conciencia y el mundo están correlacionados. En la teoría de la inteligencia zubiriana también se advierte esta correlación.
c)      El mundo entendido como algo a priori de cualquier acto de conciencia. El mundo está “ya” delante de la conciencia. Antes de cualquier acto de conciencia, tenemos “ya” un mundo, determinado espacial y temporalmente. Para Zubiri, la realidad es el a priori de toda intelección.
d)      La “copresencia”: La conciencia no es una conciencia solipsista. Está “copresente”, tanto con los objetos del mundo como con otras conciencias. Esto abre la conciencia a la dimensión intersubjetiva, que se caracteriza por la diversidad de perspectivas del mismo mundo. Zubiri comparte esta perspectiva. Además, la enriquece al entender esa “copresencia” como “codeterminación” de notas estructurales.
Sin embargo, la propuesta de Husserl no resulta suficiente para superar el reduccionismo idealista. Circunscribe los actos de conciencia a meros actos de conocimiento. Husserl sigue siendo heredero de aquella tradición filosófica que reduce la inteligencia humana a la formación de conceptos. El logos conceptual es importante para Zubiri pero no es ni lo primero en la inteligencia.
Esto toca un asunto clave en la teoría de la inteligencia. El racionalismo y los dualismos antropológicos oponen el sentimiento a la razón. Para el primero, el sentimiento es una forma inferior de conocimiento y conduce irrevocablemente a errores y distorsiones. El dualismo platónico irá en esta misma vía, así como lo hace el dualismo de la filosofía cristiana medieval (al menos en el tomismo).
Sentir e inteligir no son cosas aparte en Zubiri. Mucho menos, son opuestos entre sí. Tampoco son “momentos” o “escalones” en el conocimiento, como si yo tuviera que “captar sensiblemente” alguna cualidad de un objeto para después “procesarla racionalmente” y así lograr algún conocimiento del objeto en cuestión.
Por otro lado, Husserl no logra superar el reduccionismo idealista por cuanto concibe la esencia como “sentido”.
“[Esta concepción de esencia es] Insostenible en sus supuestos mismos. En primer lugar, por la forma misma de enfocar la cuestión. Husserl parte, en efecto, de las leyes o necesidades absolutas de las cosas. Dicho así, lo obvio sería inclinarse sobre las cosas para ver de lograr penosamente el momento absoluto de ellas, sin estar jamás seguros de alcanzarlo. Nada más lejos del ánimo de Husserl. Husserl no va directamente a las cosas, porque lo que quiere en primera línea es evidencias apodícticas, absolutas, esto es, un saber que su propia índole en cuanto forma de saber, garantizara esas evidencias y fuera, por tanto, un saber absoluto en y por sí mismo, a diferencia de todo saber empírico. La diferencia radical de que Husserl parte en toda su filosofía es la contraposición entre saber absoluto y saber empírico; no es la diferencia de dos modos de ser —‘lo’ absoluto y ‘lo’ relativo, sino de dos modos de saber. Subsume, pues, el concepto de esencia bajo el concepto de absoluto, y a su vez hace de lo absoluto un modo de saber. Con lo cual en lugar de buscar lo absoluto de las cosas, lo que hace es acotar dentro de éstas aquella zona a la que alcanza ese saber, absoluto por sí mismo”.
Sobre la esencia, pp. 27-28. Los énfasis son míos.
Esto en cuanto a la esencia. ¿Qué ocurre con la conciencia, la otra categoría importante de la fenomenología? Ocurre que “no consiste formalmente en ‘ser-intención-de’, sino en ser ‘actualización’ de su objeto; la intención misma es un modo de actualizar, nada más. Recíprocamente, el ser del objeto no consiste en ‘ser correlativo a’. Ciertamente el objeto es correlativo al acto; pero como éste es un acto de actualización, resulta que la índole formal del objeto en cuanto término del acto es estar meramente actualizado” (Ibídem, p. 29).
Para Zubiri, las cosas “’no remiten’ a la esencia como a un sentido regulador a priori  de su realidad. Las cosas guardan con la esencia un respecto más íntimo: no remiten a ella sino que la ‘poseen’ intrínsecamente; las esencias están realizadas ‘en’ las cosas, son un momento intrínseco y formal de ellas” (Ibídem, p. 30). La realidad no es una mera colección de cosas. Tampoco las cosas apuntan (intencionalidad) a su esencia, sino que están ya en posesión de esa esencia —o realidad—.
Por eso Zubiri prefiere hablar, ya no de actos intencionales de la conciencia, sino de aprehensión de la realidad. La aprehensión implica la forma en que la realidad se me actualiza en la inteligencia. Aprehender la realidad implica actualizar las características (o notas) que la realidad posee. Pero ojo: no hay que caer nuevamente en la visión sujeto-objeto, sino partir de la inteligencia enfrentada con esa realidad que es a priori.

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