lunes, 12 de abril de 2010

Más sobre la Fenomenología del espíritu

  Lo que se requiere para el estudio filosófico
    El pensamiento especulativo
La disciplina filosófica entraña emprender “el esfuerzo del concepto” (Hegel: 39), esto es, “la concentración de la atención en el concepto en cuanto tal, en sus determinaciones simples, por ejemplo en el ser en sí, en el ser para sí, en la igualdad consigo mismo, etc., pues ésas son automovimientos puros a los que podría darse el nombre de almas, si su concepto no designase algo superior a esto”. (Ibídem)
El hábito del pensamiento especulativo es “el razonar, es la libertad acerca del contenido, la vanidad en torno a él”, es decir, la independencia de la razón con respecto a las cosas. Si se quiere profundizar en el conocimiento de las cosas, la razón debe esforzarse “por abandonar esta libertad” especulativa “y que , en vez de ser el principio arbitrariamente motor del contenido, hunda en él esta libertad, deje que el contenido se mueva con arreglo a su propia naturaleza, es decir, con arreglo al sí mismo, como lo suyo del contenido, imitándose a considerar este movimiento.
Ahora bien: Hegel no quiere prescindir del pensamiento especulativo. Propone una superación dialéctica del mismo, donde éste supere la “reflexión en el yo vacío, la vanidad de su saber” (Hegel: 40), dando cuenta del movimiento y el contenido de las cosas. Esta es el desarrollo del pensamiento conceptual, en el cual “el concepto es el propio sí mismo del objeto, representado como su devenir, y en este sentido no es un sujeto quieto y que recobra en sí mismo sus determinaciones” (Ibíd.) El pensamiento conceptual que propone Hegel no es, de ningún modo, estático ni incurre en la vanidad de ignorar las determinaciones del objeto. Esto ocurre porque el pensamiento conceptual se supera y da paso al pensamiento razonador.
El pensamiento conceptual sufre transformaciones en las cuales el sujeto y el objeto cambian alternativamente de lugar: “En este movimiento desaparece aquel mismo sujeto en reposo; pasa a formar parte de las diferencias y del contenido y constituye más bien la determinabilidad, es decir, el contenido diferenciado como el movimiento del mismo, en vez de permanecer frente a él. El terreno firme que el razonar encontraba en el sujeto en reposo vacila, por tanto, y sólo este movimiento mismo se convierte en el objeto. El sujeto que cumple su contenido deja de ir más allá de éste y no puede tener, además, otros predicados y accidentes”. (Hegel: 40)
En virtud de este movimiento, la situación del pensamiento como representación cambia sustancialmente.  El pensamiento representa la realidad a partir de la relación entre sujeto y predicado, donde el predicado dota de contenidos al sujeto que, por sí solo, sería tan sólo algo carente de sentido. “El contenido no es ya, en realidad, predicado del sujeto, sino que es la sustancia, la esencia y el concepto de aquello de que se habla. El pensamiento como representación, puesto que tiene por naturaleza el seguir su curso en los accidentes o predicados y el ir más allá de ellos con razón ya que sólo se trata de predicados y accidentes, se ve entorpecido en su marcha cuando lo que en la proposición representa la forma de predicado es la sustancia misma. Sufre, para representárnoslo así, un contragolpe. Partiendo del sujeto, como si éste siguiese siendo el fundamento, se encuentra, en tanto que el predicado es más bien la sustancia, con que el sujeto ha pasado a ser predicado, y es por ello superado así; y de este modo, al devenir lo que parecer ser predicado en la masa total e independiente, el pensamiento no puede ya vagar libremente sino que se ve retenido por esta gravitación”. (Hegel: 41)
Dicho de otra manera, en el movimiento conceptual, existe un desplazamiento. Una proposición con sujeto y predicado comienza priorizando al sujeto, pero termina dándole importancia al predicado. 
El conocimiento conceptual
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Al contrario que en el conocimiento matemático, las determinaciones son esenciales para la filosofía. “La filosofía, por el contrario, no considera la determinación no esencial, sino en cuanto es esencial; su elemento y su contenido no son lo abstracto o irreal, sino lo real, lo que se pone a sí mismo y vive en sí, el ser allí en su concepto.” (Hegel: 31-32). La verdad filosófica se entiende como un proceso, como un movimiento compuesto por diferentes momentos.
Lo verdadero es la totalidad, que integra a su seno lo “falso”, lo negativo y lo parcial. “La manifestación es el nacer y el perecer, que por sí mismo no nace ni perece, sino que es en sí y constituye la realidad y el movimiento de la vida de la verdad: Lo verdadero es, de este modo, el delirio báquico, en el que ningún miembro escapa a la embriaguez, y como cada miembro, al disociarse, se disuelve inmediatamente por ello mismo, este delirio es, al mismo tiempo, la quietud translúcida y simple. Ante el foro de este movimiento no prevalecen las formas singulares del espíritu ni los pensamientos determinados pero son tanto momentos positivos y necesarios como momentos negativos y llamados a desaparecer. Dentro del todo del movimiento, aprehendido como quietud, lo que en él se diferencia y se da un ser allí particular se preserva como algo que se recuerda y cuyo ser allí es el saber de sí mismo, lo mismo que éste es ser allí inmediato” (Hegel: 32).
El método filosófico, para Hegel, “no es, en efecto, sino la estructura del todo, presentada en su esencialidad pura” (Ibídem). 

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El conocimiento histórico y el matemático

Cartoon: Georg Wilhelm Friedrich Hegel (medium) by Weltasche tagged philosophie,schopenhauer,dialektik
Cada disciplina del conocimiento tiene su forma de llegar a la verdad. Ningún conocimiento puede ser suficiente si no conoce el interior de su objeto de estudio, esto es, de sus fundamentos. No es suficiente decir que se conocen determinadas verdades históricas si detrás de ello no hay un trabajo de investigación de los fundamentos de dichas verdades, como tampoco resulta suficiente, en el terreno de las verdades matemáticas, conocer teoremas sin saber cómo se demuestran dichos teoremas. A pesar de lo que dice el acápite, Hegel le dedica al conocimiento histórico el párrafo inicial del apartado. Las verdades matemáticas son objeto de una reflexión mucho más amplia.
En el conocimiento histórico y en el matemático se exige un rigor intelectual para llegar a una verdad. La verdad matemática es una verdad exterior a la cosa que representa (Hegel: 29).  Esto quiere decir que la matemática se circunscribe a operar en representaciones abstractas, puesto que “en el conocimiento matemático la intelección es exterior a la cosa, de donde se sigue que con ello se altera la cosa verdadera” (Ibíd.).
Las verdades matemáticas son verdades apodícticas, esto es, verdades demostrables y necesarias. Con esto se cree haber llegado a algún tipo supremo de conocimiento. Sin embargo, para Hegel este tipo de verdad es defectuoso: “La evidencia de este defectuoso conocimiento de que tanto se enorgullece la matemática y del que se jacta en contra de la filosofía, se basa exclusivamente en la pobreza de su fin y en el carácter defectuoso de su materia, siendo por tanto de un tipo que la filosofía debe desdeñar. Su fin o su concepto es la magnitud. Es precisamente la relación inesencial, aconceptual. Aquí el movimiento del saber opera en la superficie, no afecta a la cosa misma, no afecta a la esencia o al concepto y no es, por ello mismo, un concebir. La materia acerca de la cual ofrece la matemática un tesoro grato de verdades es el espacio y lo uno. El espacio es el ser allí en lo que el concepto inscribe sus diferencias como un elemento vacío y muerto y en el que dichas diferencias son, por tanto, igualmente inmóviles e inertes”. (Ibíd.) Al conocimiento aparentemente perfecto de la matemática le hacen falta las determinaciones. Su perfección aparente es tan sólo pobreza de contenidos.

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Lo negativo y lo falso

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Este movimiento de la intelección es el contacto de la conciencia con lo que la filosofía antigua ha designado como “el vacío” o lo que podría entenderse como “lo negativo”.  Se podría entender esta negatividad o este vacío como carencia. El enfoque es limitado por cuanto se entiende el término negativo “sin captar todavía lo negativo en sí mismo”. (Ibíd.) El “sí mismo” de lo negativo es su relación con el yo y la sustancia que a la que niega. Lo negativo está en el proceso de conocimiento, “en la desigualdad del yo con respecto al objeto” pero también en las contradicciones internas: “es también y en la misma medida la desigualdad de la sustancia con respecto a sí misma”.
El conocimiento radical de la filosofía es el resultado de las mediaciones: “El ser es absolutamente mediado —es contenido sustancial, que de un modo no menos inmediato es patrimonio del yo, es sí mismo o el concepto”. Ello implica que el conocimiento no es in-mediato: la conciencia necesariamente debe verterse en las mediaciones del objeto para poder conocerlo, pero también para poder conocerse.
Se podría pensar que lo negativo es lo falso. Si la ciencia pretende ser conocimiento de lo verdadero, podría plantearse, debe desechar lo que niega las cosas como lo falso. Este ideal de conocimiento sin contradicciones es el conocimiento matemático, “que el saber afilosófico se representa como el ideal que debiera proponerse alcanzar la filosofía, pero que hasta ahora ha sido una vana aspiración” (Hegel: 27). Esto va contra la concepción del conocimiento como la conquista de la verdad entendida como esencia inmóvil. “Lo verdadadero y lo falso figuran entre esos pensamientos determinados, que, inmóviles, se consideran como esencias propias, situadas una de cada lado, sin relación alguna entre sí, fijas y aisladas la una de la otra” (Ibíd.). Este es el problema de todo dualismo: ver las contradicciones como términos inamovibles entre las cuales debe escogerse una y excluir la otra.
“Por el contrario —aclara el filósofo—, debe afirmarse que la verdad no es una moneda acuñada, que pueda entregarse y recibirse sin más, tal y como es. No hay lo falso como no hay lo malo. Lo malo y lo falso no son, indudablemente, tan malignos como el diablo, y hasta se les llega a convertir en sujetos particulares como a éste; como lo falso y lo malo, son solamente universales, pero tienen su propia esencialidad el uno con respecto al otro”. (Ibíd.)  Es decir, lo falso siempre está en relación a lo verdadero.
En rigor, ¿qué es lo falso? “Lo falso (pues aquí se trata solamente de esto) sería lo otro, lo negativo de la sustancia, que en cuanto contenido del saber es lo verdadero. Pero la sustancia es ella misma esencialmente lo negativo, en parte como diferenciación y determinación del contenido y en parte como una simple diferenciación, es decir, como sí mismo y como saber en general” (Ibíd.).  En lo que respecta al contenido del saber, lo verdadero afirmaría la sustancia; lo falso la negaría. Pero lo negativo no es solamente falsedad. Lo negativo también posibilita definir el contenido de un objeto en relación con otros objetos. De esta forma, lo negativo serviría para afirmar dicho contenido. Es la relación entre el ser y el no-ser. La definición de un ser se da en virtud de lo que no es. Somos quien somos en relación con los otros que no somos.
Esto no descarta la posibilidad de un conocimiento falso. La falsedad en el conocimiento es la desigualdad del “saber con su sustancia”.  Ahora bien: llegar a la verdad no es eliminar toda desigualdad, “a la manera como se limpia la escoria del metal puro, ni tampoco a la manera como se deja a un lado la herramienta después de modelar la vasija ya terminada”. (Íbíd.) Por el contrario, si se llega a una verdad sobre algo, esto no constituye la culminación del conocimiento, sino parte de un proceso de conocimiento. “La desigualdad sigue presente de un modo inmediato en lo verdadero como tal, como lo negativo, como el sí mismo. Sin embargo, no puede afirmarse, por ello que lo falso sea un momento o incluso parte integrante de lo verdadero. Cuando se dice que en lo falso hay algo verdadero, en este enunciado son ambos como el aceite y el agua, que no pueden mezclarse y que se unen de un modo puramente externo.” (Ibíd.)
Hegel concluye definiendo el dogmatismo como la concepción según la cual la verdad es un elemento fijo y cuyo conocimiento no necesita de las mediaciones. Dice: “El dogmatismo, como modo de pensar en el saber y en el estudio de la filosofía, no es otra cosa que creer que lo verdadero consiste en una proposición que es un resultado fijo o que es sabida de un modo inmediato. A preguntas tales como cuándo nació Julio César, cuántas toesas tiene un estadio, etc., hay que dar una respuesta neta, del mismo modo que es una verdad determinada el que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados del triángulo rectángulo. Pero la naturaleza de esta llamada verdad difiere de la naturaleza de las verdades filosóficas” (Hegel: 28).