lunes, 12 de abril de 2010

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Lo negativo y lo falso

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Este movimiento de la intelección es el contacto de la conciencia con lo que la filosofía antigua ha designado como “el vacío” o lo que podría entenderse como “lo negativo”.  Se podría entender esta negatividad o este vacío como carencia. El enfoque es limitado por cuanto se entiende el término negativo “sin captar todavía lo negativo en sí mismo”. (Ibíd.) El “sí mismo” de lo negativo es su relación con el yo y la sustancia que a la que niega. Lo negativo está en el proceso de conocimiento, “en la desigualdad del yo con respecto al objeto” pero también en las contradicciones internas: “es también y en la misma medida la desigualdad de la sustancia con respecto a sí misma”.
El conocimiento radical de la filosofía es el resultado de las mediaciones: “El ser es absolutamente mediado —es contenido sustancial, que de un modo no menos inmediato es patrimonio del yo, es sí mismo o el concepto”. Ello implica que el conocimiento no es in-mediato: la conciencia necesariamente debe verterse en las mediaciones del objeto para poder conocerlo, pero también para poder conocerse.
Se podría pensar que lo negativo es lo falso. Si la ciencia pretende ser conocimiento de lo verdadero, podría plantearse, debe desechar lo que niega las cosas como lo falso. Este ideal de conocimiento sin contradicciones es el conocimiento matemático, “que el saber afilosófico se representa como el ideal que debiera proponerse alcanzar la filosofía, pero que hasta ahora ha sido una vana aspiración” (Hegel: 27). Esto va contra la concepción del conocimiento como la conquista de la verdad entendida como esencia inmóvil. “Lo verdadadero y lo falso figuran entre esos pensamientos determinados, que, inmóviles, se consideran como esencias propias, situadas una de cada lado, sin relación alguna entre sí, fijas y aisladas la una de la otra” (Ibíd.). Este es el problema de todo dualismo: ver las contradicciones como términos inamovibles entre las cuales debe escogerse una y excluir la otra.
“Por el contrario —aclara el filósofo—, debe afirmarse que la verdad no es una moneda acuñada, que pueda entregarse y recibirse sin más, tal y como es. No hay lo falso como no hay lo malo. Lo malo y lo falso no son, indudablemente, tan malignos como el diablo, y hasta se les llega a convertir en sujetos particulares como a éste; como lo falso y lo malo, son solamente universales, pero tienen su propia esencialidad el uno con respecto al otro”. (Ibíd.)  Es decir, lo falso siempre está en relación a lo verdadero.
En rigor, ¿qué es lo falso? “Lo falso (pues aquí se trata solamente de esto) sería lo otro, lo negativo de la sustancia, que en cuanto contenido del saber es lo verdadero. Pero la sustancia es ella misma esencialmente lo negativo, en parte como diferenciación y determinación del contenido y en parte como una simple diferenciación, es decir, como sí mismo y como saber en general” (Ibíd.).  En lo que respecta al contenido del saber, lo verdadero afirmaría la sustancia; lo falso la negaría. Pero lo negativo no es solamente falsedad. Lo negativo también posibilita definir el contenido de un objeto en relación con otros objetos. De esta forma, lo negativo serviría para afirmar dicho contenido. Es la relación entre el ser y el no-ser. La definición de un ser se da en virtud de lo que no es. Somos quien somos en relación con los otros que no somos.
Esto no descarta la posibilidad de un conocimiento falso. La falsedad en el conocimiento es la desigualdad del “saber con su sustancia”.  Ahora bien: llegar a la verdad no es eliminar toda desigualdad, “a la manera como se limpia la escoria del metal puro, ni tampoco a la manera como se deja a un lado la herramienta después de modelar la vasija ya terminada”. (Íbíd.) Por el contrario, si se llega a una verdad sobre algo, esto no constituye la culminación del conocimiento, sino parte de un proceso de conocimiento. “La desigualdad sigue presente de un modo inmediato en lo verdadero como tal, como lo negativo, como el sí mismo. Sin embargo, no puede afirmarse, por ello que lo falso sea un momento o incluso parte integrante de lo verdadero. Cuando se dice que en lo falso hay algo verdadero, en este enunciado son ambos como el aceite y el agua, que no pueden mezclarse y que se unen de un modo puramente externo.” (Ibíd.)
Hegel concluye definiendo el dogmatismo como la concepción según la cual la verdad es un elemento fijo y cuyo conocimiento no necesita de las mediaciones. Dice: “El dogmatismo, como modo de pensar en el saber y en el estudio de la filosofía, no es otra cosa que creer que lo verdadero consiste en una proposición que es un resultado fijo o que es sabida de un modo inmediato. A preguntas tales como cuándo nació Julio César, cuántas toesas tiene un estadio, etc., hay que dar una respuesta neta, del mismo modo que es una verdad determinada el que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados del triángulo rectángulo. Pero la naturaleza de esta llamada verdad difiere de la naturaleza de las verdades filosóficas” (Hegel: 28).

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