Metafísica de Xavier Zubiri | |
Luis Rosa Invernón
Para Zubiri toda la filosofía es metafísica. Pero no en el sentido tradicional de estudio sobre el ser y el ente. Aunque no lo hace a la manera de Husserl, es decir, por los caminos de la fenomenología, Zubiri sigue el llamamiento husserliano de ir a las cosas mismas, comenzando por la realidad. La realidad El ser, al igual que la conciencia, no tiene sustantividad. Y por ello la metafísica que Zubiri elabora no es una investigación sobre el ser y sus primero principios, sino que es una teoría de la realidad. La realidad es lo primario y fundamental. | |
Las cosas reales tienen multitud de notas, y esta multitud forma una unidad sistemática, ya que cada nota es nota-de todas las demás. «La realidad última y primaria de cada cosa es ser un sistema de notas» (El hombre y Dios, Madrid, 2003, p. 20). Estas pueden ser de dos tipos:
Las notas formales, en su momento de suidad, hacen que el sistema sea una unidad; esto es constitución. El sistema cuyas notas tienen suficiencia constitucional posee cierta autonomía en la línea de la constitución. A esto llama Zubiri sustantividad. Las notas constitucionales forman, por tanto, una realidad sustantiva. Algunas de estas notas están fundadas en otras. Mas las que no están fundadas sobre otras notas, son notas constitutivas. Todas estas notas son notas reales que califican al sistema mismo como realidad, le dan al sistema su forma de realidad. A su vez, determinan un cierto modo de implantación en la realidad. En cuanto sistema de notas, cada cosa real es tal cosa; es el momento talitativo de la cosa real. Mas en cuanto cosa real, toda cosa real por su momento de realidad es “más” de lo que es por el contenido de sus notas. Además de sus notas, la cosa es real. Este momento de realidad es el momento trascendental, pues designa la apertura de lo real. Trascendentalidad es comunicación del momento de realidad. Todo lo real es, por esta apertura trascendental, formalmente respectivo, es decir, remisión de cada cosa real a otras. La remisión viene posibilitada por la apertura de cada cosa real en la realidad. Pero la apertura es apertura de cada cosa desde su realidad; este es el momento de suidad. Cada cosa es de suyo la que es en referencia a las otras cosas reales (orden talitativo) y en la realidad (orden trascendental). La realidad en cuanto tal es respectiva, y al momento de respectividad de la realidad Zubiri lo llama mundo. Toda cosa real está presente en el mundo, y esta presencia es su actualidad. Y en este punto de la reflexión es en el que Zubiri habla de ser. El ser es la actualidad de lo real en tanto que real en el mundo. El ser es entonces la realidad en su actualidad mundanal, un momento de la realidad. La metafísica no es, por tanto, el estudio del ser (o del acto de ser), sino el estudio de la realidad en cuanto realidad. Estructura dinámica de la realidad La realidad, además, es dinámica en su estructura, y la forma de esta dinámica es tiempo. El fenómeno fundamental para entender el tiempo es el dar de sí de la realidad, no el movimiento, como postulaba Aristóteles, el cambio o la fluencia. A su vez, el tiempo es algo que afecta a las cosas en su respectividad con otras, es decir, en el mundo. Mas el tiempo no es solamente dar de sí, sino más precisamente estar dando de sí. Y por esto, concluye Zubiri, el tiempo es el ser del dinamismo, pues es la actualidad del estar dando de sí de la realidad en el mundo. Pasado, presente y futuro encuentran su unidad en la esencia de este estar dando de sí, y esa esencia es el siempre. El siempre es la unidad de estabilidad de pasado, presente y futuro. La fundamentalidad de la realidad Mas aún queda un problema gravísimo por resolver dentro de la metafísica. Zubiri se ha ocupado de la realidad, y esta en su apertura trascendental nos remite al problema fundamental, el problema de la fundamentalidad de la realidad. Es el problema de Dios. Este problema sólo puede ser tratado desde y por el hombre, pues sólo para el hombre la problematicidad de la realidad se muestra como realidad. La realidad tiene para el hombre un carácter de apoyo: el hombre se apoya en la realidad para ser persona porque está en la realidad, y no sólo entre cosas reales. Y este apoyo tiene carácter de fundamento, en tres sentidos: 1º) En primer lugar, la realidad es algo último en mis acciones, el apoyo último de todas ellas. Es la ultimidad de lo real. 2º) En segundo lugar, el hombre interpone entre aquello que hace y él mismo un proyecto, optando por unas posibilidades entre otras. Estas posibilidades son posibilidades de una forma real y efectiva de mi realidad. Y toda posibilidad se funda sobre la realidad como posibilitante. Es el carácter posibilitante de la realidad. 3º) Finalmente, el apoyo de la realidad no es sólo último y posibilitante: es también un apoyo impelente. El hombre no sólo puede realizar una acción, sino que está obligado a realizarla, forzado por el poder de lo real a realizarse en la acción. La realidad como realidad es el fundamento de mi realidad personal, es el poder de lo real. El poder se apodera de aquello sobre lo que domina, y gracias a este apoderamiento es como el hombre se hace persona. ¿Cómo acontece este apoderamiento? El apoderamiento implanta al hombre en la realidad haciéndole estar constitutivamente suelto frente a aquello que se apodera de su realidad. El apoderamiento acontece ligándonos al poder de lo real para hacernos relativamente absolutos. Y esta peculiar ligadura es religación. La religación es para Zubiri un hecho perfectamente constatable que afecta al todo de la realidad humana, no siendo ni obligación ni sentimiento de dependencia, sino religación al poder de lo real. La religación es experiencia manifestativa de lo enigmático. El hombre se encuentra lanzado hacia lo real por el poder mismo de lo real, y prueba esta realidad que a su vez manifiesta el carácter enigmático de su poder. Hacerse persona es búsqueda del fundamento de mi relativo ser absoluto. La realidad-fundamento es la solución al enigma de la realidad y de mi propia realidad personal. Es el problema de Dios, que no reviste sólo carácter teórico, sino que cada hombre ha de resolver en su vida, en sus acciones. Con respecto al problema de Dios, Zubiri rechaza dos vías: la cosmológica, empleada por Santo Tomás en sus pruebas de la existencia de Dios, y la antropológica. El filósofo vasco propone la vía de la religación, que no es tan sólo una relación entre el hombre y las cosas, sino que es la estructura respectiva misma en la que acontece el poder de lo real. La religación es a una algo humano y algo cósmico. Y recorriendo esta vía Zubiri hace tres afirmaciones sobre Dios: 1º) Primeramente, Dios tiene que ser el fundamento último, posibilitante e impelente de lo real (del poder de lo real). 2º) Además, Dios ha de ser una realidad suprema, no un ente supremo. Dios no tiene ser, pues ser es actualidad de la realidad en el mundo. El ser es de la realidad, de ahí que la realidad sea lo fundamental, más aun cuando hablamos de la realidad suprema. 3º) Por último, Dios es realidad absolutamente absoluta que fundamenta la vida del hombre, realidad relativamente absoluta, es decir, absoluta en el mundo y fundamentada en Dios como realidad última, posibilitante e impelente.
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