2. Teoría tradicional y teoría crítica
Un concepto con el que se asocia a la Escuela de Frankfurt es el de “teoría crítica”. Dicho concepto no puede verse separado del de “teoría tradicional”. Max Horkheimer dedica el ensayo “Teoría tradicional y teoría crítica” a estos conceptos. Esta distinción quiere explicitar el carácter político de toda teoría. Una teoría científica que pretende ser neutral, “objetiva”, “universal”, “desinteresada”, nos oculta el interés político real que la mueve. Eso es lo que hace la teoría tradicional, esto es, la teoría que está al servicio de un sistema de dominación. La teoría crítica, por el contrario, es una teoría que pone en relieve las implicaciones políticas de toda teoría y parte explícitamente de lo que Habermas llama “interés emancipatorio”.
No puede verse este interés liberador de la teoría crítica al margen de la “dialéctica negativa”. La dialéctica afirmativa es la dialéctica hegeliana, que plantea una “superación” racional de las contradicciones para llegar a una totalidad reconciliada. La fórmula que aparece en La filosofía del derecho, “todo lo real es racional”, expresa esta dialéctica afirmativa. Tras esta interpretación de la dialéctica no hay otra cosa que la legitimación del sistema opresor. La dialéctica negativa, en cambio, es negativa porque ve en el sistema social la irracionalidad oculta tras su apariencia racional.
La teoría tradicional sería una teoría afirmativa: afirma la racionalidad del sistema opresor. Si “todo lo real es racional”, la realidad que vivimos es racional. Por el contrario, la teoría crítica es negativa: niega que esa realidad sea racional y propone la lucha para transformarla en una realidad humanizada. Veamos qué aspectos comprende la teoría tradicional, para después contrastarla con la teoría crítica.
1.1. La teoría tradicional
La teoría tradicional parte de un modelo teórico deductivo. “En la investigación corriente, teoría equivale a un conjunto de proposiciones acerca de un campo de objetos, y esas proposiciones están de tal modo relacionadas unas con otras, que de algunas de ellas pueden deducirse las restantes. Cuanto menor es el número de los principios primeros en comparación con las consecuencias, tanto más perfecta es la teoría. Su validez real consiste en que las proposiciones deducidas concuerden con eventos concretos”,[i] plantea Max Horkeimer. Dicho de otra forma, la teoría tradicional parte en primer lugar de la coherencia interna de sus proposiciones fundamentales, de las cuales deben poder explicarse determinados hechos concretos. Tenemos, asimismo, un modelo de conocimiento matemático aplicado indistintamente a todos los ámbitos de la realidad, conforme lo plantea Descartes en el Discurso del método.[ii] Esto conforma “sistemas cerrados de proposiciones”[iii] científicas.
Las ciencias naturales fueron las primeras en seguir el paradigma matemático en la modernidad. No está de más relacionar este hecho con el proceso de “racionalización” del capitalismo. Las ciencias naturales se “racionalizan” según la racionalidad cuantificadora, para poder ser útiles a la expansión del capitalismo. De ahí que su aplicación técnica, útil a la generación de ganancias, sea vista como prueba del “éxito” de las ciencias naturales modernas. Esto tiene consecuencias en otros tipos de conocimientos. Horkeimer recuerda que las “ciencias del hombre y de la sociedad se esfuerzan por imitar el exitoso modelo de las ciencias naturales”[iv] El éxito de dicho modelo radica en su aplicabilidad inmediata y lucrativa, no en la potencia de su trabajo teórico. Las humanidades —o ciencias del espíritu: nótese la expresión— adoptan la lógica de dicho éxito. “En los últimos períodos de la sociedad actual —dice Horkheimer—, las denominadas ciencias del espíritu tienen, por lo demás, un fluctuante valor de mercado; deben limitarse a competir modestamente con las ciencias naturales, más afortunadas, cuya posibilidad de aplicación está fuera de duda”.
La teoría sirve en la medida en que explica la realidad mediante reglas empíricas. Veamos qué dice Horkheimer sobre este punto: “Postular una determinada causación histórica implica siempre que, faltando ella y como consecuencia de las reglas empíricas conocidas, en las circunstancias dadas se hubiera producido otro efecto. Las reglas empíricas no son otra cosa que las formulaciones de nuestro saber acerca de las relaciones económicas, sociales y psicológicas. Con la ayuda de ellas construimos el proceso probable, eliminando o introduciendo el acontecimiento que ha de servir para la explicación. Se opera con proposiciones condicionales, aplicadas a una situación dada. Si se dan las circunstancias a b c d, debe esperarse un resultado q; si desaparece d, resultará el acontecimiento r; si se agrega g, el acontecimiento será s, y así sucesivamente. Un cálculo de esta índole es propio de la estructura lógica del saber histórico así como de la ciencia natural. Es la forma en que opera la teoría en el sentido tradicional”.[v]
Este es un esquema cosificador de la realidad. Al igual que en la “abstracción”, propia de la conversión de las personas y los objetos en mercancías, la realidad es una suma de elementos manipulables para producir determinados resultados. La combinación de variables expuesta en la cita anterior por Horkheimer expresa esa manipulabilidad de la realidad en el plano teórico. El mismo esquema teórico jerárquico con que opera la teoría tradicional es una manifestación de esa reificación.
El trabajo teórico debe justificarse en la medida de su utilidad práctica: “predecir hechos y obtener resultados útiles”.[vi] Por otra parte, la ciencia está diseñada de tal manera que sirva los intereses del aparato social de dominación: “El científico y su ciencia están sujetos al aparato social; sus logros son un momentos de la auto-conservación, de la constante reproducción de lo establecido, sea lo que fuere lo que cada uno entienda por ello.”[vii] Forman parte, por tanto, de una división del trabajo destinada a la afirmación del aparato social.
En dicha división social del trabajo, la tarea del científico es reificadora y reificante: “el científico debe clasificar hechos en categorías conceptuales y disponerlos de tal manera que él mismo y todos quienes tengan que servirse de ellos puedan dominar un campo táctico lo más amplio posible. Dentro de la ciencia, el experimento tiene el sentido de comprobar los hechos de una manera especialmente adecuada a la situación correspondiente de la teoría. El material fáctico, la materia, es proporcionado desde fuera. La ciencia se encarga de su formulación clara e inteligible, a fin de que los conocimientos puedan ser manejados como se desee”.[viii]
La tarea científica es reificadora en la medida en que se encarga de “abstraer” de la realidad sus cualidades manipulables. Pero también la situación del científico, en tanto sujeto, es reificante. No pasa de cumplir una tarea dentro de la lógica de la división del trabajo capitalista. Horkheimer echa mano a una afirmación de Raymond Poincaré en el sentido de que el conocimiento científico “es una biblioteca que debe crecer constantemente”. En dicha biblioteca, Poincaré compara a la ciencia natural por excelencia, a la física, con “el bibliotecario, que se ocupa de las compras, es decir, enriquece el saber aportando material”. [ix] La situación del productor de bienes materiales no es, en lo sustancial, diferente a la del científico, este proveedor de “material” manipulable. Padece la misma fragmentación y la misma alienación que cualquier otro sujeto dentro de la división de trabajo capitalista: “La idea tradicional de teoría es abstraída del cultivo de la ciencia tal como se cumple dentro de la división del trabajo en una etapa dada. Corresponde a la actividad del científico tal como se lleva a cabo en la sociedad junto con todas las otras actividades, sin que se perciba directamente la relación entre función real de la ciencia, ni lo que significa la teoría en la existencia humana, sino sólo lo que ella es en esa esfera separada, dentro de la cual se la produce en ciertas condiciones históricas”.[x]
Por lo tanto, se llama a engaño quien pretenda que el conocimiento científico y sus productos sean “desinteresados” e independientes de toda la estructura social. Lo que está oculto es la interrelación que tiene el trabajo científico dentro de todas las relaciones de producción: “La ilusión de independencia que ofrecen procesos de íntima esencia de su objeto, corresponde a la libertad aparente de los sujetos económicos dentro de la sociedad burguesa. Estos creen actuar de acuerdo con decisiones individuales, cuando hasta en sus más complicadas especulaciones son exponentes del inaprensible mecanismo social”.[xi] La conciencia del científico es alienada en cuanto pretende abstraerse del proceso de producción capitalista.
Esta alienación se verifica en la especialización de los campos científicos y su consecuente desarticulación. Veíamos con Lukács cómo la especialización es consecuencia del mismo proceso de racionalización del capitalismo. La especialización fragmenta en la medida en que crea la ilusión de que pueden existir ámbitos totalmente autónomos unos de otros. Marx demostró cómo se da esto en el proceso de producción de mercancías; el panorama no es distinto en lo que respecta al conocimiento científico: “Siempre se vuelve a insistir en el hecho de que los mismos objetos, que, en una ciencia, constituyen problemas difícilmente resolubles, dentro de un tiempo previsible, en otra disciplina, en cambio, son aceptados como simples hechos. Nexos que en física se plantean como problema de la investigación, en biología se presuponen como algo evidente. En biología ocurre lo propio con los procesos fisiológicos en relación con los psicológicos. Las ciencias sociales aceptan la naturaleza humana y extrahumana en su conjunto como algo dado y se interesan por la edificación de las relaciones entre hombre y naturaleza y entre los hombres unos con otros”.[xii]
Esto último resulta crucial. Horkheimer nos dice con ello que la teoría tradicional, al ser teoría afirmativa, sirve para fortalecer la creencia que la realidad es racional tal cual es y que no puede cambiarse. La pretensión de “objetividad” de las ciencias, que reside en “apegarse a los hechos”, no es otra cosa que aceptar al mundo tal como está organizado. En palabras del filósofo alemán, “el mundo perceptible en su conjunto, tal como está presente para un miembro de la sociedad burguesa, y tal como es interpretado dentro de la concepción tradicional del mundo que se halla en acción recíproca con él, representa para su sujeto una suma de facticidades: el mundo existe y debe ser aceptado”.[xiii] Esto significa que la teoría tradicional construye para el sujeto un mundo que actúa según leyes mecánicas ajenas a su voluntad. Retomando la argumentación de Lukács, ante ese mundo reificado únicamente cabe tener una actitud “contemplativa”, es decir, pasiva e indiferente en términos políticos. Horkheimer llega a idéntica conclusión: “Los hechos que nos entregan nuestros sentidos están preformados socialmente de dos modos: por el carácter histórico del objeto percibido y por el carácter histórico del órgano percipiente. Ambos no están constituidos sólo naturalmente, sino que lo están también por la actividad humana; no obstante, en la percepción el individuo se experimenta a sí mismo como receptor y pasivo”.[xiv]
En este punto se expresa un fenómeno de inversión que delata la reificación en la que cae la teoría tradicional. El sujeto, que debería ser agente para a ser un elemento pasivo; la sociedad, que debería ser el objeto paciente de la acción del sujeto se convierte en el elemento activo. Tal inversión denota que el sujeto se convirtió en objeto y viceversa: “Donde este [el sujeto] se siente pasivo y dependiente, aquella [la sociedad], por más que se componga precisamente de individuos, es un sujeto activo, si bien inconsciente y por lo tanto impropiamente tal. La existencia de la sociedad ha reposado en una represión directa, o bien es la ciega resultante de fuerzas antagónicas, pero en ningún caso ha sido el fruto de la espontaneidad consciente de los individuos libres. De ahí que el significado de actividad y pasividad cambie según se aplique al individuo o la sociedad. En el tipo de economía burguesa, la actividad de la sociedad es ciega y concreta, la del individuo, abstracta y consciente”.[xv]
La implicación de esto último es que la sociedad actúa bajo fuerzas ciegas, sin dirección definida y que sobrepasan las capacidades de los sujetos. Este análisis le debe mucho al análisis de Marx del fetichismo de las mercancías. En él, el filósofo alemán plantea que, merced al trabajo alienado, las mercancías aparentan cobrar vida propia frente al sujeto que las produjo. El sistema de producción, en su conjunto, aparece como algo que posee una cualidad ontológica superior al sujeto.
La situación es la de una cosificación del pensamiento teórico. Éste sólo tiene justificación en la medida en que es un objeto útil para la afirmación del sistema. “En la medida en que el pensamiento teórico no se aplique a fines altamente especializados, en relación con estas luchas [entre los sectores con poder económico y político], principalmente la guerra y su industria, el interés por ella ha disminuido. Se emplean menos energías en formar y hacer progresar la facultad de pensar prescindiendo de su forma de aplicación”.[xvi] Si todavía tenemos dudas de la cosificación del pensamiento, a lo mejor puede servirnos este párrafo: “La formación de hipótesis, el trabajo teórico en general, es una actividad para la cual existe, en la situación social presente, una fundamental posibilidad de aplicación, es decir, una demanda. Si ella es pagada por debajo de su valor, o incluso, si no puede ser vendida, comparte simplemente el destino de otros trabajos concretos y, quizás, útiles, desechados por esta economía”.[xvii]
Desde esta perspectiva, se abre la discusión que tendrán Theodor W. Adorno con Walter Benjamin y el escritor Bertolt Brecht sobre la cultura de masas. En la cultura de masas, las producciones intelectuales pasan a ser mercancías reproducidas, distribuidas y comercializadas a escala industrial. El análisis también es interesante para entender fenómenos mas contemporáneos, como la reforma educativa neoliberal de 1995 en El Salvador, que redujo drásticamente el currículum escolar, eliminando o simplificando las asignaturas humanísticas y priorizando la formación técnica-operativa.
[i] Max Horkheimer, “Teoría tradicional y teoría crítica”, en Teoría crítica, p. 223.
[ii] Ibídem, p. 224.
[iii] Husserl, citado en ídem.
[iv] Ibídem, p. 225.
[v] Ibídem, p. 228.
[vi] Ibídem, p. 230.
[viii] Ibídem, p. 230.
[ix] Ibídem, p. 223.
[x] Ibídem, p. 231.
[xi] Ídem.
[xii] Ibídem, p. 233.
[xv] Ibídem, p. 234.
[xvi] Ibídem, p. 238.
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