martes, 6 de octubre de 2009

La Escuela de Frankfurt y la renovación del marxismo (III)

2.2.         Aproximación a una teoría crítica

La teoría crítica se opone a la teoría tradicional, tanto en sus supuestos teóricos y metodológicos como en sus consecuencias prácticas. En primer lugar, la teoría crítica denuncia la irracionalidad propia del sistema de dominación. El proyecto ilustrado, que plantea la necesidad de la racionalidad para la vida humana es inviable si no se asume la irracionalidad de las relaciones socioeconómicas y políticas, porque la razón no puede considerarse como algo independiente a estas relaciones. Así, la teoría crítica rechaza la creencia de que la sociedad actúa por algo así como unas leyes naturales propias —y que por ser “naturales” son también “racionales”—. En otras palabras, “la razón no puede hacerse comprensible a sí misma mientras los hombres actúen como miembros de un organismo irracional. El organismo, como unidad que crece y muere de manera natural, no es precisamente un modelo para la sociedad, sino una sofocante forma de ser, de la cual debe emanciparse”.
La teoría crítica, por otra parte, busca romper con el sujeto escindido que se construye en la sociedad reificada. Este sujeto, si es científico o teórico, se ve a sí mismo actuando “en cuanto” científico y “en cuanto” ciudadano, como si se tratara de esferas mutuamente aisladas. Esto es la alienación del sujeto para consigo mismo. Para Horkheimer, “el pensamiento crítico está motivado por el intento de suprimir y superar realmente esa tensión, de suprimir la oposición entre la consciencia de fines, la espontaneidad y la racionalidad esbozadas en el individuo y las relaciones del proceso de trabajo, fundamentales para la sociedad. El pensamiento crítico contiene un concepto del hombre que se opone a sí mismo si no se produce esa identidad”.[i]
La teoría crítica denuncia la alienación del sujeto para consigo mismo, el individualismo. Pero tampoco está conforme con aquellas estructuras ideológicas, como el racismo, que subsumen al sujeto en una colectividad que lo anula como tal. “El pensamiento burgués está constituido de tal manera que, en la reflexión sobre su propio sujeto, admite con necesidad lógica el ego, el cual se cree autónomo. Por su esencia, es abstracto y su principio es la individualidad ajena al acontecer, la individualidad que, en su pretensión, se eleva a causa última del mundo o aun a mundo. Su opuesto inmediato es la convicción que se tiene a sí misma pro la expresión no problemática de una comunidad ya existente, por ejemplo, la ideología de la raza. El nosotros retórico es usado aquí en serio. El hablar cree ser el instrumento de la generalidad. En la desgarrada sociedad de hoy, este pensamiento es, al menos en cuestiones sociales, armonicista e ilusionista. El pensamiento crítico y su teoría se oponen a ambas actitudes. No son ni la función de un individuo aislado ni la de una generalidad de individuos. Tiene, en cambio, conscientemente por sujeto a un individuo determinado, en sus relaciones reales con otros individuos y grupos, y en su relación crítica con una determinada clase, y, por último, en su trabazón, así mediada, con la totalidad social y la naturaleza”.

2.2.1. La teoría crítica y la consciencia del proletariado

Desde la tradición marxista, el proletariado aparece como el sujeto de las transformaciones revolucionarias. En Historia y consciencia de clase, Lukács fortalece esta postura. Ante el problema de la reificación, lo único que puede superarla es la toma de consciencia del proletariado. Solamente el proletariado (no el proletariado sociológico, sino el proletariado que ha asumido su consciencia de clase) puede superar la visión fragmentada de la realidad propia de la reificación. El proletariado experimenta en carne propia las mayores contradicciones del sistema capitalista. Por ello, si toma consciencia de su situación, le será posible tener una visión de la totalidad de ese sistema para así poder transformarlo revolucionariamente. Para ello, es clave el papel del partido, esto es, la vanguardia del proletariado.
Al igual que los demás integrantes del Instituto de Frankfurt, Horkheimer no comparte este optimismo de Lukács, ni con respecto al proletariado, ni con respecto a los partidos de izquierda. Para Horkheimer no hay algo así como una “consciencia proletaria verdadera”, escondida en algún lugar de la consciencia reificada del proletariado sociológico. Para él, “tampoco la situación del proletariado constituye una garantía de conocimiento verdadero. Por más que el proletariado experimente en sí mismo el absurdo como continuidad y aumento de la miseria y la injusticia, la diferenciación de su estructura social, que también es estimulada por los sectores dominantes y la oposición entre intereses personales e intereses personales e intereses de clase, que sólo en momentos excepcionales se logra romper, impiden que esa consciencia se imponga de un modo inmediato. También para el proletariado el mundo tiene, en la superficie, una apariencia distinta. Una posición que no fuera capaz de enfrentar al propio proletariado en nombre de sus verdaderos intereses y, por ende, también en nombre de los verdaderos intereses de la sociedad en su conjunto, y, por el contrario, extrajera sus lineamentos de los pensamientos y sentimientos de la masa, caería ella misma en una dependencia esclavizadora respecto de lo establecido”.[ii]
La teoría crítica debe tomar distancia también con respecto de las representaciones ideológicas de las clases subalternas. Estas no escapan de la reificación. Como dice Horkheimer, “el intelectual que se limita a proclamar en actitud de extasiada veneración la fuerza creadora del proletariado, contentándose con adaptarse a él y glorificarlo, pasa por alto el hecho de que la renuncia al esfuerzo teórico —esfuerzo que él elude con la pasividad de su pensamiento— o la negativa a un eventual enfrentamiento con las masas —al que podría llevarlo su propio pensamiento— vuelven a esas masas más ciegas y más débiles de lo que deberían ser. El propio pensamiento del intelectual, en tanto elemento crítico y propulsor, forma parte del desarrollo de las masas”.[iii]
¿Cómo conocer cuál es la consciencia no alienada del proletariado? Definitivamente, como acabamos de ver, no se trataría simplemente de limitarse a describir qué es lo que sienten y piensan los grupos subalternos, pues “tampoco la sistematización de los contenidos de conciencia del proletariado puede proporcionarnos una imagen verdadera de su existencia y de sus intereses”, apunta Horkheimer. En ello hay un peligro, puesto que “ella sería una teoría tradicional caracterizada por un planteamiento peculiar de los problemas, y no el aspecto intelectual del proceso histórico de la emancipación del proletariado. Lo mismo valdría si pretendiéramos limitarnos a registrar y publicar, no las ideas del proletariado en general, sino las de una fracción más avanzada de éste, las de un partido o las de sus conductores”.[iv] Dicho de otra manera, la tarea del intelectual crítico es, precisamente, la de ejercer la crítica incluso ante el proletariado y el partido que actúa en nombre de éste.
Ello no implica recaer ante la ilusión de autonomía absoluta de los intelectuales burgueses, sino más bien el asumir el papel específico de la tarea crítica intelectual. Ésta no puede hacer sola la revolución. Tampoco se le puede pedir “éxito” en la transformación de las sociedades, como si se tratara del “éxito” como parámetro de legitimación de la teoría tradicional: “ [La teoría crítica] no puede exhibir un rendimiento material. [...] El crecimiento del número de partidarios más o menos esclarecidos, la influencia de algunos de ellos sobre los gobiernos, la asunción del poder por partidos que muestran una actitud positiva frente a la teoría o, por lo menos, no la proscriben, todo esto pertenece a las alternativas de la lucha por alcanzar una etapa superior de la convivencia humana; no es el punto de partida de la teoría”.[v]

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[i] Ibídem, p. 242.
[ii] Ibídem, p. 246.
[iii] Ídem.
[iv] Ibídem, p. 247.
[v] Ibídem, p. 250.

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