Lo que se requiere para el estudio filosófico
El pensamiento especulativo
La disciplina filosófica entraña emprender “el esfuerzo del concepto” (Hegel: 39), esto es, “la concentración de la atención en el concepto en cuanto tal, en sus determinaciones simples, por ejemplo en el ser en sí, en el ser para sí, en la igualdad consigo mismo, etc., pues ésas son automovimientos puros a los que podría darse el nombre de almas, si su concepto no designase algo superior a esto”. (Ibídem)
El hábito del pensamiento especulativo es “el razonar, es la libertad acerca del contenido, la vanidad en torno a él”, es decir, la independencia de la razón con respecto a las cosas. Si se quiere profundizar en el conocimiento de las cosas, la razón debe esforzarse “por abandonar esta libertad” especulativa “y que , en vez de ser el principio arbitrariamente motor del contenido, hunda en él esta libertad, deje que el contenido se mueva con arreglo a su propia naturaleza, es decir, con arreglo al sí mismo, como lo suyo del contenido, imitándose a considerar este movimiento.
Ahora bien: Hegel no quiere prescindir del pensamiento especulativo. Propone una superación dialéctica del mismo, donde éste supere la “reflexión en el yo vacío, la vanidad de su saber” (Hegel: 40), dando cuenta del movimiento y el contenido de las cosas. Esta es el desarrollo del pensamiento conceptual, en el cual “el concepto es el propio sí mismo del objeto, representado como su devenir, y en este sentido no es un sujeto quieto y que recobra en sí mismo sus determinaciones” (Ibíd.) El pensamiento conceptual que propone Hegel no es, de ningún modo, estático ni incurre en la vanidad de ignorar las determinaciones del objeto. Esto ocurre porque el pensamiento conceptual se supera y da paso al pensamiento razonador.
El pensamiento conceptual sufre transformaciones en las cuales el sujeto y el objeto cambian alternativamente de lugar: “En este movimiento desaparece aquel mismo sujeto en reposo; pasa a formar parte de las diferencias y del contenido y constituye más bien la determinabilidad, es decir, el contenido diferenciado como el movimiento del mismo, en vez de permanecer frente a él. El terreno firme que el razonar encontraba en el sujeto en reposo vacila, por tanto, y sólo este movimiento mismo se convierte en el objeto. El sujeto que cumple su contenido deja de ir más allá de éste y no puede tener, además, otros predicados y accidentes”. (Hegel: 40)
En virtud de este movimiento, la situación del pensamiento como representación cambia sustancialmente. El pensamiento representa la realidad a partir de la relación entre sujeto y predicado, donde el predicado dota de contenidos al sujeto que, por sí solo, sería tan sólo algo carente de sentido. “El contenido no es ya, en realidad, predicado del sujeto, sino que es la sustancia, la esencia y el concepto de aquello de que se habla. El pensamiento como representación, puesto que tiene por naturaleza el seguir su curso en los accidentes o predicados y el ir más allá de ellos con razón ya que sólo se trata de predicados y accidentes, se ve entorpecido en su marcha cuando lo que en la proposición representa la forma de predicado es la sustancia misma. Sufre, para representárnoslo así, un contragolpe. Partiendo del sujeto, como si éste siguiese siendo el fundamento, se encuentra, en tanto que el predicado es más bien la sustancia, con que el sujeto ha pasado a ser predicado, y es por ello superado así; y de este modo, al devenir lo que parecer ser predicado en la masa total e independiente, el pensamiento no puede ya vagar libremente sino que se ve retenido por esta gravitación”. (Hegel: 41)
Dicho de otra manera, en el movimiento conceptual, existe un desplazamiento. Una proposición con sujeto y predicado comienza priorizando al sujeto, pero termina dándole importancia al predicado.