El concepto de historia de Walter Benjamin
Las Tesis sobre el concepto de historia es la última obra de Walter Benjamin. No se trata de una obra acabada: trabajaba en ella poco antes de su muerte. Las Tesis proponen una visión de la historia distinta a la de los vencedores. Es una “visión de los vencidos”, que cuestiona la historiografía positivista y sus implicaciones ideológicas y prácticas.
Como sabemos, Walter Benjamin no formó rigurosamente parte de la Escuela de Frankfurt. Su ingreso al mundo académico no fue exitoso. Su relación más estrecha fue con Theodor W. Adorno, con quien discutió mucho sobre temas estéticos (Cfr. de Eugene Lunn, Marxismo y modernismo, FCE, 1986). Ahora bien, su afinidad con las preocupaciones centrales de los frankfurtianos se expresa en su abordaje del problema de la reificación, su crítica de las antinomias de la Ilustración y de las tendencias autoritarias de la misma.
Las Tesis sobre el concepto de historia se mueven en dos vías:
a) Una, que va en la misma vía de la teoría crítica, en el sentido de oponerse al pensamiento afirmativo, positivista, que está detrás del concepto de historia dominante en la Modernidad.
b) La otra, que contraviene el carácter ilustrado de la Escuela de Frankfurt (ilustración crítica o negativa), es la visión “mesiánica” de la historia, esto es, teológica, pero no idealista.
Estas vías son aparentemente contradictorias. Desde el punto de vista de la Modernidad ilustrada, pueden parecerlo. Lo que sucede es que, de fondo, está el problema de romper radicalmente con lo que, a juicio de Benjamin, es el resorte que garantiza el carácter afirmativo de la Ilustración : la ilusión de omnipotencia de la actitud positivista ante la historia, que aparenta ser irrebatible e incontestable. Benjamin niega esto de manera radical. Su estrategia es negarse a seguir el flujo histórico del progreso positivista (que tiene consecuencias catastróficas para la humanidad) y optar por lo que se queda al margen de ese flujo, esto es, por todo lo que cuestiona la racionalización totalizadora.
(I)
Esta aparente contradicción entre crítica ilustrada de la ilustración —el materialismo dialéctico— y los elementos desarraigados por el proyecto iluminista —la teología— se ve en el fragmento I de las Tesis. El que la teología se vea fea en el contexto de una cultura dominada por la ominipotencia del positivismo, esto es, de la racionalidad afirmativa, sólo bordea la cuestión. Para Benjamin en “la teología” hay un carácter mesiánico-utópico-negativo.
(II)
La concepción ilustrada de Historia es el modelo de Progreso: avance —y despliegue— lineal y ascendente de la racionalidad. El pasado es marginado, es tiempo desechado. Para Benjamin, el pasado tiene una fuerza subvertidora del progreso ilustrado, puesto que en el pasado hay una promesa incumplida de felicidad. La felicidad se aproxima a la redención. La idea de redención significa que el presente está condenado. La historia es la historia de explotación y de derrota de los débiles. La débil fuerza mesiánica de la que aquí se habla es la fuerza que tenemos para subvertir el rumbo de la historia. Es débil porque no es omnipotente.
(III)
En este fragmento, Benjamin discute sobre cuestiones de método historiográfico. La perspectiva historiográfica hegeliana considera el progreso histórico desde los grandes acontecimientos, personajes destacados, etc. Esta perspectiva no es aséptica, sino que expresa la exclusión de los vencidos de la historia. De ahí que para Benjamin es preciso incluir los acontecimientos grandes y los pequeños, en tanto “nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia”. “Sólo a la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos. Cada uno de sus instantes vividos se convierte en un punto en la orden del día, día éste que es precisamente el día del Juicio final”.
(IV)
Benjamin, que adscribe su pensamiento dentro del materialismo histórico, plantea que lo que define las luchas revolucionarias no es tan sólo “la lucha por las cosas toscas y materiales”, sino también los elementos espirituales, que juegan un papel importante en la lucha. Es decir: la mera carencia de elementos materiales que sirven para satisfacer la necesidad de supervivencia no es suficiente para entender las luchas sociales. Esto sería una interpretación economicista del materialismo histórico. No, también esos elementos espirituales son igualmente importantes, pues “están vivas en esta lucha en forma de confianza en sí mismo, de valentía, de humor, de astucia, de inhcondicionalidad, y su eficacia se remonta en la lejanía del tiempo”, puesto que “van a poner en cuestión, siempre de nuevo, todos los triunfos que favorecieron a los dominadores”.
(V)
Ahora bien: el pasado no es algo estático. El positivismo lo representa como algo inmóvil, pasivo, muerto, rendido en su suprema cosificación. Recordemos que ya Adorno había dicho que toda reificación es olvido. Para Benjamin, “la imagen del pasado pasa de largo velozmente.” El pasado es un destello. Esto es lo que encierra la noción de “memoria histórica”. La memoria histórica necesita atrapar ese destello del pasado, puesto que en él se juega la verdad del presente, “porque la imagen del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella”. ¿Por qué se afirma esto? Porque desde la perspectiva del progreso, se vive en un eterno presente. El pasado es un punto espacial demasiado lejano para ser reconocible. Las clases oprimidas que son víctimas de la reificación, han olvidado el pasado y su fuerza subversiva.
(VI)
Este fragmento apunta a una cuestión hermenéutica, que contraviene la historiografía positivista, que presume de “conocer” el pasado “tal como verdaderamente fue”. El pasado se interpreta. El problema es desde qué perspectiva y para qué interpretarlo. El pasado, “como verdaderamente fue”, oculta una visión afirmativa del status quo.
La historiografía crítica debe “articular históricamente el pasado”, para interpretarlo desde la perspectiva de los vencidos para ayudar a redimir su historia de explotación. Por ello, afirma Benjamin que articular el psado es “apoderarse de un refuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. De lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado y desentrañar de él su potencial negativo. También en ello se manifiesta la visión monadológica de Benjamin, según la cual los fragmentos expresan la totalidad en la que actúan dialécticamente.
El autor ha mencionado la necesidad de atrapar la imagen que se presenta “en un instante de peligro”: “el peligro de entregarse como instrumentos de la clase dominante”, esto es, el peligro de ser cosificada. La tradición puede cosificarse para ser instrumento de sumisión. Esa tradición está llena de muertos, de muertos que claman justicia porque no han dejado de ser derrotados. Auschwitz, el 32, no son hechos históricos petrificados, sino que se repiten en la medida en que los olvidamos. De ahí la advertencia que cierra el fragmento: “tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.
(VII)
¿Desde dónde se escribe la historia dominante? Desde la perspectiva de los vencedores de la historia: “Todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal”. El nombre que recibe dicho botín, es decir, los despojos de los vencidos, es el de “bienes culturales”.
Benjamin desmitifica la concepción de “cultura” como algo sublime y ajeno a las luchas sociales. Al contrario, la cultura se configura en virtud de esas luchas sociales. No hay cultura inocente: todas las culturas están imbuidas de los intereses de los vencedores de la historia. Así se entiende por qué Benjamin plantee que “no hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”. La alta cultura es la manifestación de la barbarie.
Por tanto, una historiografía crítica debe apartarse de la cultura dominante. En esto, epistemología y ética se interpelan mutuamente: “Por eso el materialista histórico se aparta de ella [de la cultura dominante y de las formas de transmisión de esa cultura] en la medida de lo posible. Mira como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo”.
(VIII)
La historia vista desde los oprimidos muestra que la barbarie no es excepcional, sino la regla de la historia dominante. Esta cuestión interpretativa es crucial. Hechos como el fascismo no son un “estado de excepción” dentro de una totalidad racional, sino su confirmación.
Arriba: Angelus novus, la pintura de Paul Klee sobre la que se habla en la tesis X.
(IX)
La tesis del Angelus novus representa la concepción ilustrada de progreso, denunciando su irracionalidad.
(X)
Esta tesis es derivada de la anterior. Denuncia cómo la concepción ilustrada de progreso reaparece también en la izquierda: “La fe ciega de estos políticoos en el progreso, la confianza en su ‘base de masas’ y, por último, su servil inserción en un aparato incontrolable no han sido más que tres aspectos de la misma cosa”. El pensamiento se hace cómplice de la concepción de la historia que sirve a la clase dominante. Esta idea se conecta con la de “peligro”: el de servir a dicha clase.
(XI)
En la undécima tesis, Walter Benjamin critica la idea de progreso presente también en la socialdemocracia y que penetra en los grupos subalternos: “No hay otra cosa que haya corrompido más a la clase trabajadora alemena que la idea de que ella nada con la corriente. El desarrollo técnico era para ella el declive de la corriente con la que creía estar nadando”. El desarrollo técnico, entonces, produce la ilusión de que la lucha revolucionaria es seguir la corriente del progreso histórico.
El culto del materialismo vulgar al trabajo —sin hacer la crítica del trabajo explotado, cosa que sí hace Marx— oculta la explotación humana tras una visión idílica de la explotación de la naturaleza.
(XII)
Resulta llamativa esta aseveración epistemológico-política: “El sujeto del conocimiento es la clase oprimida misma, cuando combate”. Para Benjamin, es completamente radical y subversivo el planteamiento de Marx que asegura que la clase obrera es la vengadora de los vencidos del pasado y no “la redentora de las generaciones futuras”.
(XIII)
¿En qué consiste la radicalidad del materialismo histórico? En plantear que no es posible un cambio histórico si no se empieza por cambiar la concepción de historia. En esto radica la crítica a la socialdemocracia, que defiende la misma concepción de historia que las clases dominantes: un concepto de tiempo progresivo en el que “no pasa nada”.
(XIV)
El concepto de “tiempo-ahora” es la ruptura con esa concepción del tiempo como progreso. El tiempo-ahora es un “salto dialéctico”. Se contrapone aquí la moda a la revolución. La primera es un salto “en la arena de la clase dominante”, la segunda, un salto “bajo el cielo libre de la historia”.
(XV)
La revolución es un salto que rompe con el continuum de la historia. Para ello, instaura otro tiempo.
La revolución es un salto que rompe con el continuum de la historia. Para ello, instaura otro tiempo.
(XVI)
El materialismo histórico suspende el presente para poder escribir la historia por cuenta propia. Para el historicismo, el pasado es eterno: para el materialista histórico, el pasado es singular por el potencial redentor que puede despertar.
(XVII)
Crítica a la idea de historia universal: “su principio es aditivo: suministra la masa de hechos que se necesita para llenar el tiempo homogéneo y vacío”.
Principio constructivo del materialismo histórico: Constelación-shock-mónada-detención mesiánica del acaecer-oportunidad revolucionaria.
XVIII
Crítica de la apropiación socialdemócrata del tiempo mesiánico y de su lectura de éste, no como “idea”, sino como “ideal”, como “tarea infinita”, que esteriliza la lucha revolucionaria.
Crítica de la apropiación socialdemócrata del tiempo mesiánico y de su lectura de éste, no como “idea”, sino como “ideal”, como “tarea infinita”, que esteriliza la lucha revolucionaria.
A
Crítica al historicismo, en tanto encuentra “un nexo causal” entre hechos históricos. Lo histórico lo define el carácter de constelación revolucionaria.
B
“El encantamiento del futuro” está presente en la concepción ilustrada de historia como progreso. El futuro es algo que sirve como anestesiante de las energías revolucionarias.